¿Y si mentir tuviera consecuencias? La novela que imagina el mundo que todos soñamos

Qué pasaría si la mentira dejara de ser invisible? ¿Si cada falsedad tuviera un precio real, tangible, imposible de esquivar? Con esa pregunta como detonante, Juan de Haro Soto (Mazarrón, 1980) se lanza a la literatura con Eco de verdad, una novela que no solo se lee: se respira, se padece, se piensa.

Electricista de profesión y escritor por vocación, De Haro ha hecho del oficio de narrar una herramienta de resistencia. Su voz literaria es directa, sin adornos superfluos, con la misma precisión con la que se tiende un cable eléctrico. Pero en lugar de llevar luz a una habitación, ilumina las zonas oscuras del sistema en el que vivimos: la corrupción impune, la desigualdad enquistada, la rutina anestesiante del ciudadano común que asiste, impotente, al teatro del poder.

En Eco de verdad, seguimos a Pedro, un periodista desencantado que, tras años de titular anodino y verdad maquillada, decide crear un sistema capaz de rastrear mentiras y exponerlas. Lo que comienza como un gesto casi lúdico —una simple línea de código escondida en un servidor olvidado— se convierte en un arma de consecuencias imprevisibles: un programa que puede distinguir la verdad del engaño, y que, poco a poco, empieza a revelar lo que muchos preferirían mantener oculto.

Con pulso narrativo y una aguda conciencia social, De Haro construye una historia que es tanto un thriller tecnológico como una radiografía de nuestro presente. A través de personajes heridos por la precariedad, la injusticia y el cansancio, el autor nos enfrenta a la gran pregunta: ¿qué ocurriría si la mentira, esa moneda corriente de nuestra vida política y social, dejara de ser impune?

Más allá de su trama, Eco de verdad es un manifiesto literario. Una denuncia disfrazada de ficción. Una propuesta radical en tiempos en los que el engaño se normaliza y la verdad se relativiza. De Haro no ofrece respuestas fáciles, pero sí una certeza incómoda: el mundo podría ser distinto, si tan solo nos atreviéramos a escucharlo sin filtros.